De la sensación al sentimiento: La fábrica de verdades internas

 

Las sensaciones son un tema fascinante, especialmente el cómo estas logran moldear nuestra percepción de la realidad. ¿Te has detenido a pensar qué ocurre en tu interior cuando algo te mueve, te duele, o incluso te emociona profundamente? Hoy vamos a explorar cómo nuestras sensaciones se convierten en pensamientos, emociones y, finalmente, en aquello que llamamos «nuestra verdad».

Cada vez que experimentas una sensación (la brisa en la piel, una mirada intensa, el calor de un abrazo) algo mágico sucede dentro de ti. Esa sensación no se queda flotando en el aire; tu cerebro, como buen gestor de toda tu experiencia, la traduce. Y no, no es como un traductor profesional que hace todo de manera objetiva. Es más bien un creativo publicista que toma esa sensación y le pone un rótulo.

¿Un ejemplo? Imagina que te acarician la mano. Podría significar ternura, deseo, o incluso incomodidad. ¿De qué depende? De todo ese cúmulo de vivencias, pensamientos y emociones que ya llevas guardados en tus «gaveticas» internas, esas que tu cuerpo ha ido llenando desde que tienes memoria.

Este proceso es fascinante porque, aunque parece automático, realmente está lleno de posibilidades. Esa sensación inicial genera un movimiento a nivel neuronal que lleva a un pensamiento, luego a un rótulo, después a un sentimiento, y finalmente a una percepción de la realidad. ¿Y qué pasa con todo esto? ¡Se queda contigo! Se convierte en parte de lo que llamas «tu mundo».

Vivimos en un mundo físico que cada vez nos exige estar más y más apresurados, y no nos permitimos el tiempo de sentir plenamente. Nos limitamos a reaccionar. Pero, ¿y si le diéramos un poco más de espacio a cada sensación? Imagina que al sentir la caricia de antes, en lugar de etiquetarla automáticamente, te detienes a explorarla. ¿Qué textura tiene? ¿Qué provoca en tu cuerpo? ¿Es suave o firme?

La clave está en darle espacio a la vida dentro de ti. No se trata de tomar decisiones inmediatas ni de forzar un significado. De hecho, la vida misma siempre busca autogestionarse. Nuestro papel es simplemente abrir un espacio interno donde esto pueda suceder sin interrupciones.

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